martes, 7 de febrero de 2017

El hotel solitario al final de la carretera junto a la playa, en una noche de tormenta

No creo que nadie lea ya estas palabras, pero aún así, el viaje ha sido maravilloso.

Todo lo vivido, cada segundo ha merecido la pena. 

4 continentes recorridos, un orgasmo en cada uno de ellos. 

El tacto de diferentes mujeres en lunas distintas... la música de madrugada. 

Los abrazos tan diferentes, con personas entre sí tan distantes.

Las risas ahogadas, las carcajadas reprimidas. 

El tacto de la arena fría en los piés en las playas del norte y del sur. 

Las miradas cómplices de cariño. 

Paola, Ana, y sus clases de amor sincero. 

Los bailes en sótanos centroeuropeos, el carraspear de la furgoneta por la carretera.

Los viajes en tren con un par de libros

Las lágrimas solitarias conduciendo entre dos ciudades. 

Budapest, Liverpool, Sucre, Beijing, el Este chungo de Berlín, las afueras de Buenos Aires. 

El helado de limón, la pasta fría, la tarta de manzana de mi madre y su sonrisa

La mirada de mi padre

El amor a prueba de huracanes de mi hermana. 

Dar clase en una Universidad y descubrir que te encanta

Las noches psicotrópicas entre el gentío anónimo de los festivales

La música de Noel Gallagher en las tardes oscuras. 

El rugby 

... cada centímetro recorrido, a veces con un destino marcado, a veces sin rumbo fijo