Víctor
miró de reojo la pierna de Rebeca. Ascendió la mirada sutilmente hasta alcanzar
el límite de su falda verde, la cual formaba un pliego casi imposible a pocos
centímetros de su cintura. Rebeca se dio cuenta de la indiscreción de Víctor, y
con un gesto pícaro, mordiéndose lentamente sus labios, alejó su cuerpo hacia
la ventanilla contraria a la de Víctor para dejar visible un poco más de
aquellas piernas recién depiladas. Víctor contuvo la respiración un segundo y
disfrutó de aquella visión. Levantó su vista lentamente, haciendo un escáner al
cuerpo de Rebeca, sabiendo que ella estaba igualmente disfrutando con aquel
reconocimiento anatómico totalmente indiscreto. Se apartó lentamente el
brillante pelo ondulado castaño abriendo aún más sus labios, luciendo una
perfecta sonrisa que aumentaba al tiempo que Víctor ascendía en su particular
estudio del cuerpo femenino. El top blanco que llevaba puesto parecía contener
con dificultad aquellas formas perfectamente cinceladas. La temperatura del viejo
Ford Mondeo parecía haber aumentado unos cuantos grados, aumentado la presión
sanguínea de aquellos cuerpos en plena efervescencia de comienzos del verano.
Los ojos de Víctor estaban comenzando a toparse con la casi insultante
perfección del busto de Rebeca cuando la puerta del conductor se abrió
repentinamente. Víctor apartó aparatosamente la mirada, fingiendo de manera
descarada que estaba mirando hacia otro lado, a un punto infinito del
horizonte, rompiendo a sudar por la tensión del momento. Rebeca le miró con
gesto divertido, pareciendo disfrutar del hecho de haber calentado como un
horno pirolítico a su compañero de viaje. El conductor entró sin ser consciente
del pequeño episodio de tensión sexual que había tenido lugar segundos atrás.
-
Joder, dos euros con quince por una Coca-Cola de medio, son unos jodidos
ladrones. La última vez que compro en una gasolinera.
- Ya
ha vuelto mi gruñoncito - Dijo Rebeca al tiempo que estiraba sus dos brazos a
ambos lados del cabecero, abrazando a Javi, quien acababa de sentarse al
volante. - Deja que te de algo mejor y más barato - Y haciendo un movimiento de
autentica contorsionista, Rebeca estiró su cuerpo para dar besar a Javi, que
disfrutaba de aquellos labios al tiempo que abría la Coca-Cola
Al
estirarse, Rebeca había puesto literalmente su culo a pocos centímetros de la
cara de Víctor, quien empezaba a sentir como le faltaba el aire. La corta falda
se había levantado lo suficiente para dejar al descubierto la totalidad de sus
piernas. Si tan sólo bajase la cabeza un par de centímetros, Víctor podría ver
que había debajo de aquella falda. Unos pocos centímetros... Víctor estaba
girando la cabeza lentamente a la izquierda...
De
repente el claxon comenzó a sonar con repetidas veces. Javi estaba como un puto
gorila apretando dando golpes contra el volante mientras chillaba como un loco.
Rebeca volvió a su sitio riéndose.
-
¡Nos vamos a París cabrones! - Dijo mientras sin parar de tocar la bocina. -
Nos vamos ¡Joder! que ganas. - Cariño - Dijo mirando a Rebeca por el retrovisor
- Asegúrate que Víctor lleva el cinturón, que nos vamos a meter un viaje de
puta madre, ¿no colega?.
- Sí
- dijo Víctor chocando la mano que le había tendido Javi, poniendo un gesto de
autentica resignación que Javi no pudo ver.
- ¡Espera!
- dijo Rebeca - Cálmate un poquito que nos dejamos a Santi.
Miraron
los tres hacía el lado izquierdo. Allí estaba Santi, sin camiseta, sentado un
banco del área de descanso anexa a la gasolinera. Tomando el sol con unas gafas
amarillas. Cutres, muy cutres, pensó Víctor, de las de tres euros del Pull and
Bear. Se va a quedar ciego el muy cabrón, se dijo entre dientes mientras bajaba
la manivela de la ventanilla
-
Tenemos que estar en Bilbao antes de la cena - Dijo Víctor a Santi - ¡Vístete
coño! que pareces un chapero barato después de una rave alemana.
Santi
le miró a través de las gafas de sol. Víctor estaba seguro de que no podía ver
una mierda a través de aquello. Aún así, Santi le miraba fijamente.
-
¿Tenemos cerveza? - Preguntó con sin mover un músculo
-
Nada de alcohol hasta que lleguemos a Bilbao, estoy hasta la polla de que me
toquéis los huevos cuando conduzco cuando vais borracho. ¿Sube cabroncete que
nos vamos! - Dijo Javi tocando el claxon de nuevo.
Santi
soltó una media sonrisa y sacó una petaca de su bolsillo. Dio un trago y
resopló con fuerza. Era un claro gesto artificial, provocativo. Rebeca comenzó
a reírse a carcajadas. Javi le miraba incrédulo.
-
¡Cabrón!, estoy orgulloso de ti. Por algo eres mi mejor amigo. ¡Sube ya! - Dijo
Javi mientras encendía la radio.
Santi
se montó en el asiento del copiloto y se puso la camiseta. Giró la cabeza y
miró a Víctor.
-
¿Un trago hermanito? - Dijo moviendo la petaca como si alegría.
Víctor
miró a Rebeca y esta le devolvió la mirada con una nueva mordida de labios,
está vez mucho más intensa.
-
¡Si coño!, dame un poco de eso - Y arrebatando con energía la petaca dio un
trago a conciencia, engullendo el líquido como un somalí en un campamento de la
Cruz Roja en época de sequía. La lengua de Víctor tardó unos segundos en
detectar aquel sabor agrio e intenso, casi indescriptible. Para cuando la
garganta comenzó a escocerle ya se había bebido un cuarto del contenido.
Con
la voz ronca, miró a su hermano y dijo. - ¿Pero que cojones es esta mierda?.
-
Jajajajaja, no me puedo creer que te lo hayas bebido, jajaja - Santi estaba
teniendo un ataque de risa y apenas podía articular las palabras. - Es mi
meado, jajaja, te acabas de beber mi meado.
No
dio tiempo a que Santi pronunciara la última palabra. Víctor ya había abierto
la puerta del coche y estaba vomitando una sustancia inquietantemente amarilla.
Rebeca y Javi lloraban de la risa, y Santi había sacado su móvil y estaba
grabando en video la culminación de la broma a su hermano.
-
Así, pequeño, así, échalo todo para papi, ¡sí señor!.
-
Anda vámonos - dijo Javi - y límpiate el jugo de polla de tu hermano -
Víctor,
totalmente desubicado, con los ojos como platos y la boca con restos de bilis,
cerró la puerta lentamente y fijó su mirada en el cristal de su ventana.
-
Vámonos - dijo con la voz entrecortada
- Ha
sido para mear y no echar gota - dijo Santi guardándose el móvil en el
bolsillo, justo antes de dar al botón de playa de la radio.
Sonaba
Taper Jean Girl de Kings of Leon, en el momento en el que volvían a la
autopista rumbo a Bilbao
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