jueves, 21 de marzo de 2013

La Debacle de la Primavera - Primera parte, Madrid-Bilbao


Víctor miró de reojo la pierna de Rebeca. Ascendió la mirada sutilmente hasta alcanzar el límite de su falda verde, la cual formaba un pliego casi imposible a pocos centímetros de su cintura. Rebeca se dio cuenta de la indiscreción de Víctor, y con un gesto pícaro, mordiéndose lentamente sus labios, alejó su cuerpo hacia la ventanilla contraria a la de Víctor para dejar visible un poco más de aquellas piernas recién depiladas. Víctor contuvo la respiración un segundo y disfrutó de aquella visión. Levantó su vista lentamente, haciendo un escáner al cuerpo de Rebeca, sabiendo que ella estaba igualmente disfrutando con aquel reconocimiento anatómico totalmente indiscreto. Se apartó lentamente el brillante pelo ondulado castaño abriendo aún más sus labios, luciendo una perfecta sonrisa que aumentaba al tiempo que Víctor ascendía en su particular estudio del cuerpo femenino. El top blanco que llevaba puesto parecía contener con dificultad aquellas formas perfectamente cinceladas. La temperatura del viejo Ford Mondeo parecía haber aumentado unos cuantos grados, aumentado la presión sanguínea de aquellos cuerpos en plena efervescencia de comienzos del verano. Los ojos de Víctor estaban comenzando a toparse con la casi insultante perfección del busto de Rebeca cuando la puerta del conductor se abrió repentinamente. Víctor apartó aparatosamente la mirada, fingiendo de manera descarada que estaba mirando hacia otro lado, a un punto infinito del horizonte, rompiendo a sudar por la tensión del momento. Rebeca le miró con gesto divertido, pareciendo disfrutar del hecho de haber calentado como un horno pirolítico a su compañero de viaje. El conductor entró sin ser consciente del pequeño episodio de tensión sexual que había tenido lugar segundos atrás.

- Joder, dos euros con quince por una Coca-Cola de medio, son unos jodidos ladrones. La última vez que compro en una gasolinera.
- Ya ha vuelto mi gruñoncito - Dijo Rebeca al tiempo que estiraba sus dos brazos a ambos lados del cabecero, abrazando a Javi, quien acababa de sentarse al volante. - Deja que te de algo mejor y más barato - Y haciendo un movimiento de autentica contorsionista, Rebeca estiró su cuerpo para dar besar a Javi, que disfrutaba de aquellos labios al tiempo que abría la Coca-Cola

Al estirarse, Rebeca había puesto literalmente su culo a pocos centímetros de la cara de Víctor, quien empezaba a sentir como le faltaba el aire. La corta falda se había levantado lo suficiente para dejar al descubierto la totalidad de sus piernas. Si tan sólo bajase la cabeza un par de centímetros, Víctor podría ver que había debajo de aquella falda. Unos pocos centímetros... Víctor estaba girando la cabeza lentamente a la izquierda...

De repente el claxon comenzó a sonar con repetidas veces. Javi estaba como un puto gorila apretando dando golpes contra el volante mientras chillaba como un loco. Rebeca volvió a su sitio riéndose.

- ¡Nos vamos a París cabrones! - Dijo mientras sin parar de tocar la bocina. - Nos vamos ¡Joder! que ganas. - Cariño - Dijo mirando a Rebeca por el retrovisor - Asegúrate que Víctor lleva el cinturón, que nos vamos a meter un viaje de puta madre, ¿no colega?.
- Sí - dijo Víctor chocando la mano que le había tendido Javi, poniendo un gesto de autentica resignación que Javi no pudo ver.
- ¡Espera! - dijo Rebeca - Cálmate un poquito que nos dejamos a Santi.

Miraron los tres hacía el lado izquierdo. Allí estaba Santi, sin camiseta, sentado un banco del área de descanso anexa a la gasolinera. Tomando el sol con unas gafas amarillas. Cutres, muy cutres, pensó Víctor, de las de tres euros del Pull and Bear. Se va a quedar ciego el muy cabrón, se dijo entre dientes mientras bajaba la manivela de la ventanilla

- Tenemos que estar en Bilbao antes de la cena - Dijo Víctor a Santi - ¡Vístete coño! que pareces un chapero barato después de una rave alemana.

Santi le miró a través de las gafas de sol. Víctor estaba seguro de que no podía ver una mierda a través de aquello. Aún así, Santi le miraba fijamente.

- ¿Tenemos cerveza? - Preguntó con sin mover un músculo
- Nada de alcohol hasta que lleguemos a Bilbao, estoy hasta la polla de que me toquéis los huevos cuando conduzco cuando vais borracho. ¿Sube cabroncete que nos vamos! - Dijo Javi tocando el claxon de nuevo.

Santi soltó una media sonrisa y sacó una petaca de su bolsillo. Dio un trago y resopló con fuerza. Era un claro gesto artificial, provocativo. Rebeca comenzó a reírse a carcajadas. Javi le miraba incrédulo.

- ¡Cabrón!, estoy orgulloso de ti. Por algo eres mi mejor amigo. ¡Sube ya! - Dijo Javi mientras encendía la radio.

Santi se montó en el asiento del copiloto y se puso la camiseta. Giró la cabeza y miró a Víctor.

- ¿Un trago hermanito? - Dijo moviendo la petaca como si alegría.

Víctor miró a Rebeca y esta le devolvió la mirada con una nueva mordida de labios, está vez mucho más intensa.

- ¡Si coño!, dame un poco de eso - Y arrebatando con energía la petaca dio un trago a conciencia, engullendo el líquido como un somalí en un campamento de la Cruz Roja en época de sequía. La lengua de Víctor tardó unos segundos en detectar aquel sabor agrio e intenso, casi indescriptible. Para cuando la garganta comenzó a escocerle ya se había bebido un cuarto del contenido.

Con la voz ronca, miró a su hermano y dijo. - ¿Pero que cojones es esta mierda?.
- Jajajajaja, no me puedo creer que te lo hayas bebido, jajaja - Santi estaba teniendo un ataque de risa y apenas podía articular las palabras. - Es mi meado, jajaja, te acabas de beber mi meado.

No dio tiempo a que Santi pronunciara la última palabra. Víctor ya había abierto la puerta del coche y estaba vomitando una sustancia inquietantemente amarilla. Rebeca y Javi lloraban de la risa, y Santi había sacado su móvil y estaba grabando en video la culminación de la broma a su hermano.

- Así, pequeño, así, échalo todo para papi, ¡sí señor!.
- Anda vámonos - dijo Javi - y límpiate el jugo de polla de tu hermano -

Víctor, totalmente desubicado, con los ojos como platos y la boca con restos de bilis, cerró la puerta lentamente y fijó su mirada en el cristal de su ventana.

- Vámonos - dijo con la voz entrecortada
- Ha sido para mear y no echar gota - dijo Santi guardándose el móvil en el bolsillo, justo antes de dar al botón de playa de la radio.

Sonaba Taper Jean Girl de Kings of Leon, en el momento en el que volvían a la autopista rumbo a Bilbao



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